martes, 4 de septiembre de 2012

UNIR, SEPARAR, DISOLVER O SUBLIMAR: LOS CAMINOS ALQUÍMICOS DE LA MENTE.


Obsesión proviene del término latino obsessĭo, que significa asedio. Se trata de una perturbación anímica producida por una idea fija, que con tenaz persistencia asalta la mente. La obsesión tiene múltiples facetas de expresión. Este pensamiento, sentimiento o tendencia aparece en desacuerdo con el pensamiento consciente de la persona, pero persiste más allá de los esfuerzos por librarse de él.
El individuo con obsesiones generalmente trata de ignorar, suprimir cada pensamiento o impulso o de neutralizarlos con otro pensamiento o acción (una compulsión). Por ejemplo, el sujeto lleno de dudas acerca de si ha cerrado el gas intenta neutralizarlas comprobando repetidamente para asegurarse de que está apagado. Observad como ese pensamiento "desplaza" a otros. Menuda paradoja, cuando buscamos focalizar la mente en un solo pensamiento o dirección: Se dispersa. Cuando tratamos de eludir un único pensamiento o percepción... se incrementa y se aisla de otras cogniciones. ¿Qué hay detrás de todo esto? 
Cuando recitamos un mantra o prestamos atención a la respiración intentamos canalizar la mente sin interferencias, dejamos que "vuele libre". En este caso estamos creando un vínculo "obsesivo" (un asedio) al pensamiento crítico. "Dualizamos" nuestra entidad psíquica para entregar la consciencia a un único estímulo. Pero todo se reduce a "buscar una emoción" o "ser fugitivos de ella". ¿De dónde surge esta emoción? ¿Está quizá en ella la clave para entregarnos a la meditación, a la contemplación o a la presencia consciente en el aquí y ahora? ¿No podemos quizá caer en un trastorno "de evitación" a las fluctuaciones de la mente en pro de una hipotética liberación mental y espiritual? 
Si analizamos ambas emociones podemos vislumbrar una luz al final del túnel. Pero vayamos por partes (no separadas). 
Cuando nos separamos en entidades diferenciadas (yo, el pensamiento, tu, el otro...) nos escindimos, es decir, avanzamos hacia el schizō, que es un prefijo procedente del griego y que signidica dividir en dos, disociar. De ahí la palabra esquizofrenia o mente "dividida". ¡Vaya! !Menuda paradoja! Cuando la mente se divide... surge la enfermedad. Por un lado queda el "yo" sano y por el otro campa a sus aires el "yo esquizofrénico" o disociado. ¿Quién es copia de quién? ¿Dónde está el yo real? Y la pregunta del millón, ¿quién analiza y juzga uno u otro yo? ¿Dónde está el "Yo"?  
Siguiendo esta línea reflexiva todos somos esquizofrénicos (estamos "disociados") y sólo los que alcanzan el satori, el nirvana o la iluminación llegan a fundirse con la Unidad, "Ser Uno con el Ser". Ya no hay schizō.
¿O no? Esas personas comunican al resto de los "disociados" realidades inefables, imposibles de explicar con palabras... porque las palabras "disocian" y separan términos, significados y personas. 
Pues ahora viene lo incoherente: Los "disociados" juzgamos, etiquetamos y diagnosticamos a los que se han liberado de las disociaciones para incluirlos en otra entidad clínica "separada": 
Y ahí surge otro problema: Si yo solo conozco el castellano un idioma desconocido son balbuceos incoherentes y sin significado para mi comprensión limitada de los idiomas. Si me enfrento a un "sentimiento oceánico" busco que alguien me explique que me ha pasado (disociando de nuevo). Busco "el principio de autoridad" que me sitúe en un marco de referencia. 
La expresión “sentimiento oceánico” ya la utilizaba Freud, quien a su vez la tomó prestada de su amigo el escritor Romain Rolland, para describir experiencias místicas, esto es, lo que ahora los psicólogos definen como "estados alterados de la conciencia". Leed bien: "alterados", es decir, que para ellos no forman parte de la misma naturaleza de la mente "normal". 
Este sentimiento oceánico se caracteriza por una sensación de misterio y de naturalidad indisociables, una sensación de plenitud, de unidad, de simplicidad, de eternidad, de serenidad. Pero esto no tiene lugar en el encuentro con un ente superior, no es sólo la trascendencia. Es lo que el filósofo André Compte-Sponville denomina “mística de la inmanencia”, la sensación de ser uno con la naturaleza, uno con el todo. Romain Rolland lo denominó sentimiento oceánico porque somos uno con todo, como la ola o la gota de agua son uno con el océano. 
¿Y eso es patológico? ¿No podría ser la luz al final del túnel? ¿La realidad de la Inmanencia? Hay que ·"trocear" el "yo" y sus agregados para poder alcanzar lo que ya forma parte de nosotros mismos: La Unidad. Hay que pelar la cebolla, no añadirle capas encima. 
El yoga, el zen, la meditación, el budismo, la oración, la contemplación... son caminos que nos llevarán al destino si no lo buscamos obsesivamente a través de esos mismos caminos. 
"Desconceptualízate", divide para unir, usa la navaja de Ockham, es decir, el principio de parsimonia, la simplicidad pura. Guillermo de Ockham nos aconsejó: "Pluralitas non est ponenda sine necessitate", es decir que las cosas esenciales no se deben multiplicar sin necesidad: "Cuanto menos, mejor". ¿Acaso no podemos derivar este consejo a la economía? ¿A las "posesiones"? 
Respira, contempla, no analices... ¡SÉ! 


4 comentarios:

Unknown dijo...

Maravillosa entrada amigo, así que:Soy.
un abrazo

Anónimo dijo...

kHola, Javier, yo la verdad, lo veo un poco rollo complicado, no me he aclarado mucho. O no estoy yo clara mentalmente, o no acabo de entender.
Un abrazo.
No hace falta la publiques.

Salva dijo...

Interesante, muy interesante. Me quedo reflexionando sobre ello.
Un abrazo Javier.

Mara dijo...

Muchos nos aferramos al "estar" en vez de "ser".
Excelente reflexión.