
Thomas Merton fue monje cristiano trapense de la abadía de Getsemani, fallecido en 1968. Fue un profundo defensor del budismo y del taoismo, sin tener que abandonar para ello el cristianismo.
Según lo interpretó, la senda del Tao y del Dharma se inicia con el simple estado que denominamos “existencia”. Como en el Zen, Merton nos dice que no hemos de reflexionar conceptualmente y tampoco ahondar de manera consciente en él (pues cuando lo miramos desaparece y cuando tratamos de captarlo se vuelve intangible). Dice Merton, uniendo las tradiciones de oriente y occidente: “Hemos pues de vivir tranquilamente, en la humildad de una existencia simple y normal. He aquí como esta senda, filosóficamente, coincide con la vida de fe cristiana”. Más bien es cuestión de creer en el bien, y no de concebirlo como el fruto de nuestros esfuerzos. Es decir, si creemos en el Bien y lo sentimos como tal avanzaremos hacia él.
Merton pensaba que el secreto del camino del Dharma no consiste en la acumulación de la virtud y del mérito, sino en el wu wei, en el no-hacer o no-acción, y en no preocuparse de planificar conscientemente. Una de las máximas de Chuang Tzu confirma dichas reflexiones:
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